Me asombré cuando de repente aparecí en un bosque.
Le ví las orejas al lobo! Estaba aterrado. De tanto miedo eché a correr sin destino alguno para que no me atrapase. El lobo me perseguía y yo desesperado me escondí en unos arbustos. El lobo merodeaba por los alrededores, oliendo mi rastro por toda la zona. Al final el gran lobo se fue cansado de buscar y yo pude salir. ¡Era libre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario